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El incremento de la capacidad instalada de las tecnologías renovables en España es imprescindible para lograr nuestra independencia energética del exterior. Esta situación, que es estructural, nos afecta tanto en lo que se refiere a la volatilidad de los mercados internacionales de materias primas fósiles y su impacto sobre los precios, como en la seguridad del abastecimiento, al depender de países situados en zonas de máximo interés geopolítico y, sobre todo, en lo que se refiere a volumen de importaciones.
Nuestra dependencia energética ha ido disminuyendo con los años a medida que aumenta nuestra descarbonización y la apuesta por la transición energética. El comienzo del despliegue de las renovables en nuestro territorio logró que el máximo histórico de dependencia energética del 81,3% que se alcanzó en el año 2008, se redujera en 2012 y 2013 al 70,2%. Esta correlación se observa al analizar las cifras de las importaciones de energía de España de 2006 a 2019 (Eurostat, 2021). Una curva en descenso que se vio interrumpida por la moratoria renovable y otras circunstancias meteorológicas, como la sequía de 2017, que han mantenido este porcentaje en torno al 73%, a excepción del año 2016 (APPA, 2020).
Aun así, nuestra dependencia sigue siendo alta, y nuestra economía queda expuesta a la variabilidad de los precios de los combustibles fósiles que todavía hoy debemos importar (Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad. Universidad Pontificia Comillas, 2020). Es necesaria una mayor presencia de renovables para reducirla todavía más, como demuestran las cifras que reflejan la evolución de ambos porcentajes. En 2018, año en el que la energía procedente de fuentes renovables en nuestro país fue del 17,4%, la dependencia energética se situó en 73,3% (INE, 2020). Ese mismo año, las renovables ahorraron 8.702 millones de euros en importaciones fósiles, de acuerdo con los datos de la Asociación de Empresas de Energías Renovables.
Ya en 2020, el año más verde desde 2007 (que es desde que se cuenta con registros a nivel nacional), el 44% del total de la energía generada en nuestro país fue renovable. Todo ello se explica por la instalación de nueva potencia. El año 2020 terminó con 4.015 MW más. A ello hay que añadir que en ese año se dieran de baja 3.950 MW de carbón.
En todo caso, aumentar nuestra independencia no sólo depende de reducir las importaciones. Un uso eficiente de la energía es también determinante. Por otro lado, el despliegue masivo de las renovables debe hacerse con las mayores garantías ambientales durante todo el ciclo de vida de las instalaciones, minimizando la posible liberación de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) asociadas tanto a la fabricación de componentes, como a su transporte, a las obras de instalación, a la operación de las plantas o a su desmantelamiento.
España cuenta actualmente con un marco estratégico que permite avanzar en la transición hacia un modelo energético más independiente, eficiente y sostenible. La aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC 2021-2030) y el reparto de los fondos de recuperación europeos ‘Next Generation EU’ permitirán impulsar la descarbonización de la economía española y minimizar nuestra dependencia energética.
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