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La energía es parte esencial de la vida y su utilización satisface necesidades humanas al tiempo que genera riqueza industrial, comercial y social.
Sin embargo, la producción de energía proveniente de combustibles fósiles acrecienta el cambio climático y la degradación de la calidad del aire, lo que deteriora los ecosistemas y acaba perjudicando la salud.
El modelo energético actual para España sufre una gran dependencia de los combustibles fósiles que llegan desde el exterior. Esto implica depender siempre de las variaciones del mercado internacional de crudo y gas natural, lo que ocasiona un déficit muy importante en la balanza comercial.
Teniendo en cuenta esto, es evidente que la apuesta por las energías renovables debería permitir a España, además de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, importantes beneficios como el ahorro en las importaciones de combustibles fósiles, la mejora de la calidad del aire y la salud pública, y la creación de nuevos puestos de trabajo.
Los resultados ambientales que se están consiguiendo ya son evidentes. Según el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, en el año 2020 se produjo una disminución global de las emisiones de CO2 del 14 %, gracias al aumento de la generación eléctrica con fuentes de origen renovable y a la caída en el uso del carbón.
Esto nos ha llevado a que, actualmente, el sector de actividad que produce más emisiones de gases de efecto invernadero sea el transporte, con un 27 %, mientras que la generación de electricidad tan solo supone el 10 % del total de las emisiones.
Con todo, un modelo energético sostenible, además de usar de forma eficiente los recursos y reducir la dependencia de los combustibles fósiles, debe facilitar que el consumidor tenga un papel activo, directa o indirectamente, en todas las fases de la cadena de actividad energética. De esta forma, debe ser capaz de satisfacer sus necesidades y ser capaz, además, de beneficiar a su entorno con una gestión inteligente y bien organizada de la generación de energía.
Este cambio de perspectiva tiene ya reflejo en la Unión Europea. Por ejemplo, la Directiva de fomento de energías renovables exige que se garantice a los consumidores el derecho a producir, consumir, almacenar y vender su propia energía renovable. Además, la Directiva que establece las normas para el mercado de la electricidad define una nueva figura: las comunidades ciudadanas de energía, que van a jugar un papel muy importante en la participación de las personas en el sector eléctrico. ¿Cómo? Pues mejorando su independencia energética y proporcionando mayor libertad de elección para los consumidores.
Si seguimos la “Hoja de ruta del Autoconsumo” y la “Estrategia de Almacenamiento energético”, el objetivo final está puesto en 2050, España se convertirá en un país, no solo climáticamente neutro, sino más independiente energéticamente y, con ello, más libre.
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