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Con la llegada de la época estival y las vacaciones y la paulatina normalización, también hemos recuperado la posibilidad de salir al campo a dar un paseo, a hacer algo de deporte, o simplemente a disfrutar de los espacios abiertos. Tras semanas de encierro sentimos la llamada de la naturaleza, esa necesidad atávica de contactar con la tierra.
De esta forma, hemos podido comprobar como, al remitir el confinamiento, los parques y jardines de nuestras ciudades, los caminos rurales de nuestros pueblos, se han llenado de paseantes deseosos de disfrutar de esta primavera tan exuberante, consecuencia de un mes de abril cálido y atípicamente húmedo (AEMET, 2020). Todos charlando animadamente con amigos y familiares, normalmente a paso ligero para que el paseo cunda más o al menos nos de esa sensación. Es comprensible, en el fondo somos naturaleza.
En realidad, la naturaleza no nos necesita especialmente y hemos podido observar cómo durante nuestra parada obligada los indicadores de su estado de salud mejoraban ostensiblemente: la calidad del aire en las grandes ciudades, la calidad de las aguas de nuestros ríos y embalses, los animales silvestres frecuentando sin disimulo zonas humanizadas, la vegetación recuperando su espacio. Pero en el fondo, somos una parte más del engranaje de los ecosistemas, ¿Por qué? Porque somos naturaleza.
Durante nuestra larga estancia casera hemos tenido ocasión de disfrutar de abundantes productos audiovisuales en los tradicionales canales de televisión o en las más modernas plataformas de contenidos y, por supuesto, en las omnipresentes redes sociales. La diversidad de contenidos ambientales es enorme y contrasta con aquellos años de El hombre y la tierra (1974-1981), en la que Félix Rodríguez de la Fuente encandilaba a grandes y pequeños con sus apasionantes relatos sobre la naturaleza de la península ibérica. Desde entonces, otros programas de producción española han ido tomando ese testigo de la divulgación y sensibilización ambiental: El arca de Noé (1983-1987), El escarabajo verde (1997-2020), El bosque protector (2002-2020) o el más reciente Aquí la Tierra (2014-2020) de nuestro buen amigo Jacob Petrus. Cada uno en su medida ha ido contribuyendo a desentrañar los secretos de la naturaleza, que nos llama poderosamente la atención porque es parte de nuestra identidad.
Generación de riqueza y empleo cualificado
Por eso, ahora que volvemos a la ansiada normalidad es importante que valoremos la enorme oportunidad que nos brinda el sector ambiental para la reactivación económica, la generación de riqueza y empleo cualificado. Aprovechemos el impulso europeo a través del Green New Deal, de forma que el parón nos sirva de impulso para dar el salto que necesitamos para descarbonizar la economía y combatir el cambio climático. Todos los recursos económicos que dediquemos a la conservación y mejora de la biodiversidad, de los ecosistemas y del escudo protector que nos proporciona la naturaleza son una inversión, no un gasto.
Los montes, los bosques, la naturaleza en suma, supone, además, una fuente de empleo estable a través de las necesarias labores de gestión y conservación, del aprovechamiento sostenible de sus recursos naturales, las empresas de turismo activo, alojamientos y establecimientos de restauración en zonas rurales, y un largo etcétera de nuevas oportunidades de negocio respetuoso por desarrollar. La Comisión Europea ya señaló (DG Medio Ambiente, 2011) que los atractivos ambientales se habían convertido en uno de los criterios principales para los visitantes a la hora de seleccionar su destino vacacional. En concreto, apuntando que el 21% de los visitantes otorgan importancia a la presencia de lugares de la Red Natura 2000 a la hora de elegir sus destinos turísticos. ¿El resultado económico de todo ello? Las visitas a lugares de la Red Natura 2000 en Europa derivan anualmente en gastos asociados entre 50.000 y 90.000 millones de euros (Comisión Europea, 2020). En el caso de España, los beneficios económicos de la Red Natura 2000 para el conjunto de la sociedad equivalen al 4% del PIB en 2014 (MITERD, 2019). Y es que la naturaleza es también riqueza.
En tu próximo paseo por el campo, disfruta, cierra los ojos, coge aire y grita ¡soy naturaleza!
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