Agua más depurada
Gracias a la innovación tecnológica los tratamientos de aguas residuales evolucionan para afrontar con éxito la aplicación de la normativa europea, cada vez más exigente.
El tratamiento terciario o de regeneración de aguas residuales en las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) es un proceso adicional al de depuración que tiene como finalidad dotar al agua depurada de una calidad que permite destinarla a nuevos usos no relacionados con el consumo humano, habitualmente industriales, de limpieza viaria, riego de zonas verdes o incluso ambientales, ya que su vertido con mayor calidad revierte en beneficio de los ecosistemas acuáticos que la acogen. El uso de agua regenerada permite reservar el agua de mejor calidad para el consumo humano, contribuyendo al incremento neto de la disponibilidad de agua embalsada.
Un destino especialmente interesante del agua regenerada procedente de las EDAR, es su devolución al cauce y la recarga de acuíferos. Se han desarrollado proyectos de recarga de acuíferos, como LIFE Matrix, sobre el que hablamos en el post Aguas subterráneas. Invisibles, pero imprescindibles, pero también otros como DINA-MAR para determinar las zonas de España susceptibles de realizar estas recargas bajo estándares mínimos de impacto y estudiar desarrollos tecnológicos relacionados, o el proyecto LIFE ENSAT con el que se desarrolló una técnica eficiente para reducir algunos de los compuestos emergentes (luego hablaremos de ellos) presentes en el agua de recarga, y mejorar así la calidad del agua del acuífero.
La industria también reutiliza agua dentro de sus procesos en sistemas auxiliares (como circuitos de refrigeración y calderas), para la protección de boquillas, pulverizadores o baldeo para limpieza, el lavado de maquinaria industrial, sistemas de limpieza o bañeras de lavado de industrias agroalimentarias, entre otros. Según su destino se utilizan diferentes técnicas de tratamiento para obtener la calidad más adecuada.
Bajo el paraguas del Pacto Verde Europeo, paquete de iniciativas políticas que aspira a un medio ambiente libre de contaminación en 2050 y considera que el coste de la inacción es mucho mayor que el coste de la prevención, el Plan de Acción Contaminación Cero marca como objetivo para 2030 mejorar la calidad del agua reduciendo los residuos, los desechos de plásticos en el mar (un 50%) y los microplásticos vertidos a las aguas superficiales (en un 30%).
Las novedades de la normativa europea, y por extensión la española, establecen exigencias más estrictas en materia de nutrientes procedentes de las aguas residuales, nuevas normas en materia de microcontaminantes y nuevos requisitos de control de los microplásticos. Se trata de los denominados contaminantes emergentes: compuestos que, gracias al avance que ha experimentado la química analítica en estos últimos años, pueden ser ahora cuantificados en las aguas hasta niveles de concentración muy bajos. Pueden producir efectos perjudiciales tanto en el medio ambiente, como en la salud humana. De hecho, algunos emergentes se comportan como disruptores endocrinos, aunque pueden tener otros efectos tóxicos.
El número de sustancias que pueden considerarse emergentes es indeterminado e incluye fármacos; plaguicidas y otros biocidas; aditivos de materiales empleados como antioxidantes, retardantes de llama, plastificantes, protectores anticorrosivos; productos del hogar como detergentes, cosméticos, cremas; o drogas.
Cada dos años, la Comisión Europea revisa la lista de observación a través de la que va identificando posibles nuevos contaminantes que pasan posteriormente a formar parte de la lista de sustancias prioritarias en caso de presentar un riesgo significativo que se determina atendiendo a la peligrosidad y concentración de las sustancias en el agua. En 2022 se añadieron 25 sustancias con efectos problemáticos bien documentados en la naturaleza y la salud humana. Entre ellos se encuentran los PFAS, un gran grupo de sustancias químicas persistentes empleadas, entre otras cosas, en los utensilios de cocina, las prendas de vestir y los muebles, la espuma contra incendios y los productos de cuidado personal; y algunos productos farmacéuticos utilizados como analgésicos y antiinflamatorios, y antibióticos.
Los tratamientos de depuración de aguas residuales para el control de emergentes aplican tecnologías avanzadas como la ozonización, la adsorción con carbón activado y la filtración por membranas. Puesto que el 92 % de los microcontaminantes tóxicos que se hallan en las aguas residuales de la UE proceden de productos farmacéuticos y cosméticos, un nuevo régimen de responsabilidad ampliada de los productores obligará a estos a sufragar los gastos de su eliminación. El principio de «quien contamina paga» sigue de plena actualidad, tanto para asumir responsabilidades como para incentivar la investigación y la innovación en productos sin sustancias tóxicas, además de procurar una financiación del tratamiento de las aguas residuales más equitativa.
Disponer de tecnologías adecuadas de monitorización y depuración, así como repartir adecuadamente los costes de su implantación, son pasos imprescindibles para lograr unas aguas cada vez más y mejor depuradas.