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El hidrógeno (H2) no es un combustible, es un vector energético. Se denomina vector energético a aquellas sustancias o dispositivos que almacenan energía, de tal manera que ésta pueda liberarse posteriormente de forma controlada. Dicha energía almacenada puede producirse de diversas fuentes de generación, algunas con emisiones de gases de efecto invernadero como el gas natural, el carbón y el petróleo y otras no, como las energías renovables e incluso la energía nuclear. Por esta razón, se habla en los medios de comunicación de hidrógeno ‘gris’, así como ‘verde’, ‘azul’ y ‘renovable’.
Conocer e identificar cada tipo es muy importante. En julio de 2020 la Comisión Europea adoptó una estrategia en materia de hidrógeno (Comisión Europea, 2020) en la que se explican muy bien los distintos procesos de producción de hidrógeno que existen. La estrategia europea sobre el hidrógeno ha dado prioridad al desarrollo del hidrógeno ‘verde’, que se produce utilizando principalmente energía eólica y solar. Europa prevé una trayectoria gradual de desarrollo de las diferentes variantes de utilización del hidrógeno, con tres fases (Comisión Europea, preguntas y respuestas, 2020).
Hasta 2024 fija el objetivo de descarbonizar la producción de hidrógeno existente para usos actuales como el sector químico, y promoverlo para nuevas aplicaciones. De 2024 a 2030, propone su expansión gradual a nuevos sectores, incluidos la fabricación de acero, transporte en camión, ferrocarril y algunas aplicaciones de transporte marítimo. Observa, además, la recomendación de que se produzca cerca del consumidor o cerca de las fuentes de energía renovables, en los ecosistemas locales. Finalmente, de 2030 a 2050, la Comisión apunta que las tecnologías de hidrógeno renovable “deben alcanzar la madurez y desplegarse a gran escala para llegar a todos los sectores difíciles de descarbonizar o donde otras alternativas podrían no ser factibles o tener costes más altos”.
El tipo de hidrógeno que se produce mediante la electrólisis de agua se denomina ‘hidrógeno electrolítico’. Como necesita un electrolizador, un dispositivo que separa el hidrógeno del agua mediante electricidad, las emisiones de gases de efecto invernadero que libere a la atmósfera dependerán de la fuente con la que se genera la electricidad que se use.
Pues bien, ‘hidrógeno renovable’, ‘hidrógeno limpio’ o ‘hidrógeno verde’ es el que se obtiene mediante este proceso y con energía procedente de renovables, de manera que las emisiones son prácticamente cero. Según la Comisión Europea también se considera renovable el hidrógeno producido a través de electrolizadores alimentados con energía generada con “reformado de biogás (en lugar de gas natural) o de la conversión bioquímica de biomasa, si se cumplen los requisitos de sostenibilidad”.
Es preciso destacar que actualmente casi todo el hidrógeno proviene de combustibles fósiles: 3/4 partes se produce a partir de gas natural y 1/4 parte de carbón. Lo que provoca que su producción todavía sea responsable de aproximadamente 830 millones de toneladas de dióxido de carbono por año (IAE, 2020). Es el conocido como ‘hidrógeno gris’.
El ‘hidrógeno azul’, según se define en la hoja de ruta española y en la europea, es el obtenido de forma similar al hidrógeno gris, pero al que se le aplican técnicas de captura, uso y almacenamiento de carbono. En todo caso, el proceso tiene importantes emisiones de gases de efecto invernadero asociadas (entre un 5 y un 15%) y todavía está por demostrarse la capacidad de captura y almacenamiento de carbono (IRENA. 2020).
En España, el Gobierno aprobó en octubre de 2020 una ‘Hoja de Ruta del Hidrógeno: una apuesta por el hidrógeno renovable‘ (MITECO, 2020). El objetivo es impulsar su despliegue como una de las herramientas para que nuestro país alcance la neutralidad climática no más tarde del año 2050. El objetivo es también colaborar a lograr un sistema eléctrico 100% renovable para España en esa fecha.
La apuesta del Gobierno por el desarrollo del hidrógeno renovable se basa en la firme creencia de que fomentará nuevas cadenas de valor industrial innovadoras, así como la generación de empleo sostenible. En suma, al igual que la Comisión Europea, está convencido de que contribuirá a que crezca la curva de la economía verde, con más riqueza, empleo e independencia energética.
El hidrógeno es una apuesta de futuro, aunque a día de hoy debe superar diferentes barreras relevantes en términos de coste, de la infraestructura de suministro, cuestiones de seguridad y, esencialmente, de eficiencia del proceso energético en su conjunto según apunta la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA. 2020).
En cualquier caso, el hidrógeno verde es una solución dentro del múltiple espectro de tecnologías que debemos poner en marcha en la ruta hacia la neutralidad climática, reto para el que debemos contar con el máximo de herramientas técnicas, económicas y públicas a nuestra disposición.
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