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El cuidado del medio ambiente está íntimamente ligado a la conservación de la biodiversidad, y ésta, a su vez, es un pilar fundamental para la mitigación y adaptación al cambio climático (MITECO). La naturaleza es una de las principales herramientas que tenemos para regular el clima, así que es muy importante el uso que hagamos de los recursos que nos ofrece (Comisión Europea, 2009).
La Biodiversidad abarca toda la variedad de formas en las que se organiza la vida, así como todos los organismos vivos -animales, plantas, virus o bacterias- los espacios o ecosistemas en los que viven. Su riqueza asegura nuestra supervivencia. De su variedad obtenemos recursos para alimentarnos, producir medicamentos, materias primas para producir objetos y energía.
No podemos prescindir de todo ello ni de los servicios que nos presta como reguladora de la calidad del aire y del clima –a través de la fotosíntesis de las plantas y del ciclo del agua, por ejemplo-, la purificación de las aguas, el control de la erosión y de los desastres naturales -mediante el efecto barrera-, y la polinización -gracias a la acción de los insectos-, entre otros (Fundación Biodiversidad).
Son los servicios ecosistémicos, que tienen un gran valor económico y son fundamentales para garantizar la seguridad alimentaria y la continuidad de recursos como el agua y la energía a medida que siga aumentando la población. Todos estos servicios están interrelacionados y dependen unos de otros. Por eso es tan importante trabajar en la preservación del capital natural. El problema es que siempre ha estado ahí y la humanidad ha dispuesto libremente de sus bienes sin calcular el coste que puede causar su destrucción. Se estima que, de seguir al ritmo actual, solo la pérdida de biodiversidad terrestre, sin contar los ecosistemas marinos, puede llegar a costar el 7% del PIB de aquí a 2050 (Unión Europea, Septiembre 2009).
Así que, cuanto más rica es la biodiversidad, más posibilidades de supervivencia tenemos todos los que vivimos en el planeta. Por eso es tan importante la Red Natura 2000 (Comisión Europea), la red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad y el principal instrumento para la conservación de la naturaleza en la Unión Europea.
Es la red coordinada de áreas protegidas más grande del mundo. Tiene una extensión de más del 18% de la superficie terrestre de la UE y más del 8% de su territorio marino, en total aproximadamente 1.150.000 km2. Consta de Zonas Especiales de Conservación (ZEC) y Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA). También hay Lugares de Importancia Comunitaria (LIC), que es un paso previo para que un área se transforme en ZEC.
En España la red ya tiene 1.467 lugares LIC aprobados por la Comisión Europea y 657 zonas ZEPA. En total, una superficie de más de 222.000 km2, un 27,35 % del territorio español. De ellos, alrededor de 84.000 km2 corresponden a superficie marina (MITECO).
Conservar los ecosistemas y evitar los cambios de usos del suelo ayuda a garantizar un clima asumible, tal y como advierte la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Formada actualmente por más de 135 países esta plataforma intergubernamental insiste en que tener ecosistemas ricos y variados es una ‘póliza de seguro’ contra los impactos del cambio climático.
En esta línea, varias entidades de la ONU firmaron el 8 de marzo de 2021 una declaración conjunta pidiendo el derecho a un medio ambiente saludable ante la “triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación” a la que se enfrenta la humanidad. De este derecho dependen, dice el manifiesto, las generaciones presentes y futuras y el realizar una transición ecológica justa, sin dejar a nadie atrás. El reto es lograr “un mundo ambientalmente saludable y socialmente equitativo, en el que los derechos humanos sean una realidad para todos” (UNEP, Marzo 2021).
En definitiva, cuidar la biodiversidad es garantizar nuestro futuro.
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