La interrelación entre agua y producción de alimentos es evidente. Cualquier ser vivo, animales o plantas, debe hidratarse para poder desarrollarse plenamente y completar su ciclo vital.
En España el sector agroganadero es responsable del 80% del consumo de agua global. Tan rotunda realidad exige, para avanzar en una gestión sostenible del recurso, optimizar el consumo que se hace desde estos sectores primarios, que además son esenciales para la vertebración de la economía y el territorio.
El riego agrícola es el principal responsable de estos consumos agropecuarios, tal y como se desprende de la última encuesta sobre el uso del agua en el sector agrario del Instituto Nacional de Estadística (INE) donde se pone de manifiesto que los sistemas de riego tradicionales por gravedad todavía suponen el 33% del total. Con la modernización de la agricultura, se han ido desarrollando otros sistemas más productivos, como el riego por aspersión, o con mayor eficiencia en el uso del agua, como el riego localizado o riego de precisión.
En el caso de los sistemas de riego localizado, entre los que el riego por goteo es uno de los más conocidos, se puede conseguir un ahorro de agua de hasta un 36% respecto al riego por aspersión. Y todavía más eficientes son los riegos de precisión, que pueden incrementar este ahorro hasta el 52%; con ayuda tecnológica se pueden realizar riegos diferenciales adaptados a cada sector del cultivo, a las condiciones del terreno o al momento de la temporada.
Estos datos refuerzan un mensaje de esperanza en el que los avances tecnológicos facilitan un mejor aprovechamiento del recurso y consiguen mejores cosechas con menores volúmenes de agua.
Para poder calcular de una manera homogénea el gasto de agua en la producción, tanto de los alimentos como de otros bienes y servicios, se ha popularizado el uso de la “huella hídrica”, que se define como el volumen de agua dulce utilizada directa o indirectamente para producir un bien o servicio. Existen organizaciones como Water footprint Network que ofrecen información precisa de la huella hídrica de gran cantidad de alimentos y otros productos de uso cotidiano. En el caso de los alimentos de producción agraria, se puede estimar su huella hídrica durante el proceso de cultivo hasta el momento de la cosecha o durante su ciclo de vida completo, incluyendo los procesos de envasado, comercialización, venta y reciclado. De esta forma, la huella hídrica de un tomate oscila desde los 186 l/kg hasta el momento de su cosecha, hasta los
214 l/kg teniendo en cuenta todo su ciclo de vida. En general, la huella hídrica de frutas y verduras es sensiblemente menor que la de otros alimentos como la carne, que se ve incrementada en buena medida por las necesidades de agua de los piensos compuestos empleados en la alimentación animal. De esta forma, la carne de pollo presenta una huella hídrica de 4325 l/kg, la carne de cerdo de 5988 l/kg y la carne de vacuno de 15 415 l/kg. Para hacernos una idea de estas cantidades, la capacidad de una bañera oscila, según su tamaño, entre los 150 y 190 litros de agua.
También es posible aplicar el concepto de huella hídrica a otros bienes y servicios, actuando como un indicador de sostenibilidad en relación al uso más o menos intensivo del recurso agua para su producción. Así, sabemos que, aproximadamente, para fabricar una hoja de papel DIN A4 hacen falta 10 litros de agua, para una camiseta de algodón 2720 litros y para un pantalón vaquero 10 850 litros.
Por último, el término huella hídrica también se puede aplicar a un territorio o país, entendida como el volumen de agua utilizada, directa e indirectamente, para elaborar productos y servicios consumidos por sus habitantes. De este modo, en el caso de España, por ejemplo, se pueden hacer estimaciones comparativas por comunidades autónomas y el país entero, como la planteada en “La huella hídrica de España”, publicada por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
El sector agrario está en plena transformación para implantar soluciones que mejoren el consumo eficiente y responsable del agua. Herramientas como la huella hídrica nos pueden ayudar a objetivar y ser conscientes de los consumos globales de cada alimento, bien, servicio o territorio y de esa forma poder trabajar para reducir su impacto sobre los recursos hídricos.
