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Adaptarse al estrés hídrico

En un planeta en el que la cantidad de agua es constante y la población crece a un ritmo de 80 millones de personas al año, la presión sobre los recursos hídricos es cada vez mayor. Se estima que la cantidad total de agua en el planeta es de unos 1.400 millones de kilómetros cúbicos, pero el 97,5 por ciento es agua salada y, a priori, no apta para el consumo humano.

Por sus características, el agua dulce es la empleada por el ser humano para abastecerse y satisfacer sus necesidades, pero la mayor parte se encuentra almacenada en los casquetes polares o bajo tierra, en los acuíferos. Por ello, disponer de más o menos agua dulce y de fácil acceso a la misma puede condicionar el modo de vida y el desarrollo de un país.

Si a esta “escasez” natural de agua dulce le añadimos que, cada año, su demanda por parte del ser humano aumenta en 64 millones de metros cúbicos y que nos enfrentamos a la incertidumbre de los efectos del cambio climático, nos encontramos ante uno de los mayores retos que el ser humano debe solucionar. Un dato: para el año 2020, el consumo de agua en el planeta aumentará un 50 % y 2/3 de la población mundial vivirán en condiciones de estrés hídrico.

Así pues, la disponibilidad de agua dulce no depende solo de si existe de manera natural en una región o de la frecuencia y magnitud de los períodos de sequía que puedan sufrirse, sino también de cómo la creciente población humana hace uso de ella.

Ante este panorama, necesitamos disponer de más agua, pero aumentar las reservas no equivale a realizar más infraestructuras de captación y almacenamiento, pues su recarga depende del régimen de precipitaciones, factor que el ser humano no puede controlar. Entonces… ¿cómo lo logramos? Con innovación tecnológica.

Y es que está demostrado que cubrir necesidades o responder a situaciones extremas hace que el ingenio humano se agudice y logre crear soluciones innovadoras y eficaces.

Los ejemplos son, afortunadamente, cada vez más numerosos. Unos persiguen reducir y optimizar el consumo de agua y otros, obtener nuevas fuentes de abastecimiento de este recurso. A continuación compartimos con vosotros algunos de ellos.

Dessol. Desarrollo tecnológico, made in Spain, que permite que regiones con escasez de agua dulce como África subsahariana, Oriente Medio o incluso las islas Canarias, pero con acceso al mar, puedan aprovechar esta agua para obtener agua dulce a través de desaladoras. La novedad no es la desaladora en sí, que ya existe hace años, sino la autonomía de la instalación de la red eléctrica convencional gracias a que funciona con energía solar. Con este nuevo sistema, muchas regiones sin un buen acceso a la electricidad y con recurso hídricos limitados podrán abastecerse con agua de mar.

Las Palmas. Inteligencia azul. Gran parte de los nuevos avances en la gestión y optimización del agua se dirigen a los centros urbanos, pues para 2050 se estima que el 70 % de la población vivirá en ciudades. Cada vez son más las urbes que están apostando por convertirse en smart city, es decir, ciudades en las que todos los servicios y recursos se gestionan de manera eficaz con la ayuda de la tecnología y las plataformas de comunicación. El ejemplo de Las Palmas ha hecho del agua la bandera de su proyecto. Dentro de sus líneas de actuación, se prevé instalar sensores en la playa de Las Canteras que recogerán una serie de datos preestablecidos que permitirán mejorar la gestión y la toma de decisiones respecto a la playa, tanto desde el punto de vista medioambiental como de las infraestructuras y del uso público. Todo ello, a través del cuadro de mando Smart Beach, que monitorizará todos los datos recogidos por los sensores. Ver también Red Española de Ciudades Inteligentes.

– Proyecto Pipe, que permite obtener agua potable a partir de agua de mar y producir energía solar al mismo tiempo.

Lluvia Sólida. Consiste en un polvo granulado biodegradable no tóxico que puede absorber hasta 200 veces su peso en agua. Esta sustancia actúa como un reservorio de agua que permite que entre el 65 y el 80 % del agua almacenada sea tomada por las plantas según sus necesidades. Los agricultores lo utilizan para almacenar el agua de lluvia y usarla posteriormente como sistema de riego.

– Por último, un ejemplo ideado por dos hermanos de 9 y 11 años a los que se les ocurrió que el agua de la lluvia podría ser reutilizada para llenar los depósitos de los limpiaparabrisas de los coches. Su idea está siendo estudiada por la marca de coches Ford, que ha ampliado la aplicación a la reutilización del agua en otras partes del coche y no solo al limpiaparabrisas. Mira cómo funciona aquí.

Si quieres más ejemplos prácticos, puedes leer dos noticias anteriores de este boletín en las que hablábamos de algunas innovaciones tecnológicas que surgen para hacer frente a situaciones de escasez hídrica o para darle más de un uso al agua, por ejemplo, como fuente de energía renovable.

Para terminar te proponemos conocer en profundidad el pasado, presente y futuro del agua de forma amena y didáctica con nuestra publicación online Captación del agua. ¡Realiza las actividades que contiene con tus alumnos!